Ago 16

La Zaragoza renacentista del siglo XVI tiene mucho que contar

Sentada en una terraza en la Plaza del Pilar, disfrutando de un café a las diez de la mañana, pude admirar el exterior de La Lonja y viajar en el tiempo. ¿Sabías que La Lonja es el mejor ejemplo para regresar al esplendor de la Zaragoza renacentista?

Termino mi café y voy hasta su puerta. El exterior nos muestra un edificio con una construcción sobria típica del Renacimiento, aunque construida en ladrillo por influencia mudéjar. Sin dudarlo, me animo a entrar. Desde fuera parece que el edificio cuenta con tres plantas, pero en su interior hay una única planta. Un espacio lleno de imponentes columnas y unas impresionantes bóvedas de crucería estrellada que me dejan boquiabierta.

La Lonja fue el primer edificio plenamente renacentista de la ciudad y la construcción civil más importante del siglo XVI en Aragón. Estaba destinado a los intercambios mercantiles, que hasta ese momento se desarrollaban en La Seo y otras iglesias.

Continúo mi paseo por el casco histórico de la ciudad, lo que me permite imaginar por qué Zaragoza era considerada la Florencia española. Las personas poderosas y acaudaladas y los nobles, construían grandes casas y palacetes. Aunque a día de hoy solo quedan algunos ejemplos, sus calles albergaron más de 200 palacios.

La prosperidad económica de la época se notaba en las calles, plazas y mercados que vibraban con la actividad de comerciantes, artesanos y ciudadanos.

Imponentes palacios, iglesias y casas señoriales mostraban la influencia mudéjar. La escasez de ladrillo dio como resultado una armoniosa convivencia de estilos mudéjar, gótico y renacentista, por ello era popularmente conocida como La Harta. Zaragoza nada tenía que envidiar a aquellas ciudades construidas en piedra, los que allí vivían o los que la visitaban podían admirar su aspecto original, exótico y bello.

La ciudad no solo brillaba por sus magníficas construcciones, sino también por un ambiente de cultura y progreso. Su ubicación estratégica y el río Ebro, el cual suponía un importante canal comercial, hacían que el comercio y la industria fueran sus puntos fuertes.

Sigo mis pasos por la ruta renacentista y en la Plaza de San Felipe adivino la desaparecida Torre Nueva, otra de las construcciones civiles renacentistas de la ciudad. Como se puede ver en una pintura mural en la fachada de un edificio, era una preciosa torre inclinada de estilo mudéjar. Sus campanas servían para marcar las horas a los zaragozanos y visitantes y para guiar a los bomberos cuando había una emergencia. Durante los Sitios de Zaragoza se utilizó esta torre por los defensores para visualizar los movimientos de las tropas francesas. Esta querida torre consiguió sobrevivir al asedio francés, sin embargo, no ha llegado a nuestro días ya que se derribó a finales del siglo XIX, argumentando que había peligro de que se cayera.

Exhausta por tanta belleza y con tanta información, dejo pendiente para otra ocasión el resto de monumentos que aún se conservan de aquella Zaragoza renacentista del siglo XVI.

Algunos los puedes visitar todavía actualmente porque los utilizamos como museos y salas de exposiciones. ¡No te los puedes perder! El Palacio de los Condes de Sástago, el Palacio de los marqueses de Montemuzo, el Palacio de los condes de Argillo o la Casa de los Morlanes y el Patio de la Infanta.

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